En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que trate de salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la salvará. El que los recibe a ustedes me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa».
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Si Dios está en primer lugar, todo lo demás estará en su lugar
Todo orden tiene una prioridad, San Agustín decía: “Mantén el orden y el orden te mantendrá a ti”; por ello debemos tener un orden de valores en nuestras vidas y por ello Jesús nos va a recordar el primer mandamiento: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Entonces, en primer lugar ha de estar el amar a Dios, y recalca “el que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí” y una vez que Dios ocupe el primer lugar, todo lo demás estará en su lugar.
Jesús no pide un amor que excluya a tus seres queridos, sino todo lo contrario, incluirlos en el amor a Dios, porque si amamos a Dios, por amor a Dios amaremos a los nuestros. Cómo seguir amando a un cónyuge infiel, a un hijo mal agradecido, a un hermano que te traicionó, si no es con el amor de Dios y por amor a Dios. El amor de Dios redunda para nuestro bien, amar a Dios para amar a todos, pero amarlos mejor, porque al amar a Dios, Dios me enseñará a amar.
Muchas veces, este amor a Dios, se hace por medio de la cruz, sufrir por amor vale la pena, como dijeron por ahí “Si vas a amar vas a sufrir y si no quieres amar, entonces para qué vas a vivir”.
Por otro lado, este amor a Dios nos lleva amar al prójimo, porque Dios ha querido estar en el prójimo para amarlo concretamente. Ahora, en este tiempo en que más se necesita dar, entregarse, ser generoso hasta con los detalles más insignificantes, como el buen trato, el saludo amable, la sonrisa acogedora, el cuidarse para cuidar a los demás… como Jesús nos dice, aunque sea dando un vaso de agua, pues nadie es tan pobre que no pueda dar algo, sino sería un miserable, pero Dios nos ha enriquecido con su amor, porque sabe que cuanto más amamos, más felices somos.
Que nuestra madre la Virgen María, nos ayude a poner a Dios en primer lugar.
Ofrezcamos nuestro día:
Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, mis oraciones, pensamientos, afectos, deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
Que el Espíritu Santo que guio a Jesús, sea mi guía y mi fuerza este día, para ser testigo de tu amor. Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido por las intenciones del Papa y para que se haga en mí tu voluntad.
Cuenta con mis oraciones, que yo cuento con las tuyas. Dios te bendiga.
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