sábado, 13 de junio de 2020

Bartimeo, un ciego que recupera la vida plena (tercera parte)

«Jesús dirigiéndose a Él, le dijo ¿qué quieres que haga por ti? El ciego respondió “Rabbuni”, 
¡que vea! Jesús le dijo: “vete tu fe te ha salvado” y al instante recobro la vista 
y le siguió en el camino» (v 51-52)

¿QUIÉN ES JESÚS PARA TI?
 Es importante preguntarnos ¿quién es Jesús para nosotros? él mismo le pregunto a sus discípulos “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (Mt 16, 13). El ciego Bartimeo va a llamarlo “Rabbuni” que quiere decir maestro. Y para nosotros sabemos que fue más que un maestro, es el Hijo de Dios (Mc 1, 11), Dios hecho hombre, (Yeshúa, que significa “salvador”). De ahí que sabiendo quien es Jesús podemos ver que “Él es camino, la verdad y la vida” por lo tanto, los que quieren encontrar hacia dónde dirigir su vida, los que buscan la verdad que lo hará libres y los que quieren vivir la vida plenamente encuentran todo ello en Jesús. El ciego Bartimeo va a descubrir quién es Jesús gradualmente y también nosotros no podemos contentarnos con lo poco o nada que le conocemos, debemos conocerlo para amarlo y este conocimiento no parte de la teoría sino de una experiencia personal que tocas toda la vida y que nos lleva a un cambio radical.
¿QUÉ LE PIDES A JESÚS?
Imaginemos que el ciego de Bartimeo, hubiese pedido dinero u otra cosa, que no fuese ver, sería algo tan irracional e incomprensible, pero gracias a Dios, pidió ver, porque era lo que más necesitaba realmente. Así nosotros también debemos pedir lo que realmente necesitamos y ¿Qué es lo que necesitamos?, Jesús nos va a dar una pista cuando dice “de que le vale al hombre ganar el mundo, si pierde su alma” y es que es verdad que hay muchas necesidades como la salud, la economía, el trabajo…pero también nos dice “busca primero el reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura”, por ello el Reino de Dios consiste en que Dios reine en nuestra vida, primando su voluntad sobre la nuestra. Es como si tendríamos un carro y aunque sepamos manejar no podamos ver, sería una locura manejarlo, igual nos pasa en nuestra vida, tenemos todo para vivir, pero si no vemos a donde vamos, si no nos encaminamos a nuestro destino final que Dios nos tiene preparado, podemos caer al precipicio o chocarnos. Por ello también podemos pedir nosotros ver “Haz que vea”

¿QUÉ ES LO QUE QUIERE DARTE JESÚS?
Muchas veces pensamos en lo que deseamos, pero ¿cuándo pensamos en lo que desea Jesús? y Jesús no desea otra cosa que nuestra felicidad, vernos bien, porque nos creó para ello, San Ireneo va a decir “La gloria de Dios es que el hombre viva” y viva bien para siempre. Y también le gusta que pidamos, él ha dicho “pidan y os darán” ya al final también añade “y ¿cuánto más dará el Padre el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”. Sobre todo, ahora que estamos en el mes de diciembre y que pedimos regalos, pues Dios también nos quiere hacer el mejor regalo, y es el de darnos su Espíritu Santo, en una sociedad que vive ciega por no ver las cosas importantes en la vida, no puede ver más allá de lo que Dios le tiene preparado se dirige precipitadamente al abismo…necesitamos entonces urgentemente ver, ver con los ojos de Jesús y esto solo es posible con el Espíritu Santo.

CUANDO PIDAS ALGO A JESÚS PREGÚNTATE
¿A quién le estas pidiendo? …porque Jesús lo puede todo.
¿Qué le estas pidiendo? …porque te lo dará a su modo.
¿Qué es lo que más necesitas? ...porqués él quiere para ti lo más necesario.
¿Cómo le pides? …porque escucha los corazones humildes.
¿Qué harás después que te conceda lo que pides? …porque todo ha de repercutir para tu salvación
¿Qué es lo que Jesús te pide?... porque tiene algo para ti
¿Lo que pides, es lo que Jesús quiere darte? …porque quiere darte su Espíritu si se lo pides.
¿Pides con fe? …porque también quiere darte la fe para que pidas bien
¿Pides ver? …porque no hay peor ciego que el que no pide ver.
Porque muchas veces pedimos lo que ya tenemos, pero el problema es que no lo vemos, por ello como el ciego Bartimeo debemos decir “¡Haz que vea!”
 Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap

Bartimeo, un ciego que recupera la vida plena (segunda parte)

 “Muchos lo reprendían para que se callara. Pero el gritaba todavía más fuerte: ¡Hijo de David ten compasión de mí!” (v.48)
En el artículo anterior nos habíamos quedado en que el ciego Bartimeo, cuando pide ayuda a Jesús gritaba: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” De una manera u otra, esta imagen refleja el auxilio que todo hombre clama ante una desgracia, una enfermedad, tribulación… y eso está bien, clamar ayuda cuando nos estamos ahogando y vemos a Jesús pasando cerca. El problema está en la perseverancia de nuestra aclamación, en la constancia de nuestra oración que pide ayuda a un Dios bueno y misericordioso o en el deseo insistente de acercarnos a Él para conocerlo y tener un encuentro personal. Por ello, el evangelista pone énfasis en la represión de muchos que le decían a Bartimeo que se callara. Nosotros también debemos detectar las voces que nos callan para impedir que nos acerquemos a Dios, para dejar de perseverar en la oración, para dejar pasar la oportunidad de un encuentro personal con Jesús que cambiará nuestra vida. Podemos escribir una lista de los que nos quieren detener para este encuentro… pero no queda todo ahí, sino que lo que importa es nuestra respuesta ante las voces que nos callan, ante las reprensiones que encontramos en este camino para encontrarnos con Cristo.  Por ello, San  Agustín nos va a decir: “Cuanto más intensos sean los deseos que precedan y acompañen nuestra oración, tanto mejores serán sus efectos” y es así que el ciego Bartimeo va a responder con mayor intensidad “gritaba más fuerte” no se calla, no se echa para atrás, no se rinde, todo lo contrario, la dificultad la convierte en un trampolín, se vuelve oportunidad para duplicar su petición y esto veremos que le agrada a Jesús, porque va a confirmar su fe con una gran milagro que consiste en ver una vida nueva en Cristo. Claro está que si Jesús demora es porque desea que nuestra fe crezca y valoremos lo que nos dará. Aquí podemos ver algunas voces que nos quieren callar muy sutilmente, como también su respuesta que debe sonar más fuerte aún:

Ante la falta de tiempo, organización de nuestros horarios, para priorizar a Dios en primer lugar.
Ante el cansancio del día, búsqueda de momentos propicios, como en la madrugada, así lo hacía Jesús.
Ante el apuro de lo que pedimos, si Dios demora; recuerda que más crece nuestra fe y más valoramos lo que nos dará.
Ante las amistades que nos apartan de Dios, cambiemos por las que nos llevan a Dios.
Ante el pesimismo, tenemos la esperanza que Dios nos dará lo necesario “pidan y se les dará”.
Ante las distracciones del día, tomemos la oración continua que nos centra en Dios.
Ante la falta de fe, pidamos en la oración “Señor Jesús, creo en ti, pero aumenta mi fe”.
Ante lo que no sabemos pedir, pidamos al Espíritu Santo que nos dé discernimiento.
Ante los malos ejemplos, sigamos el buen ejemplo de los santos y de las buenas personas.
Ante los medios que ignoran la fe, leamos el Evangelio donde se nace y permanece la fe.
Ante el desconocimiento y confusión, tenemos la lectura de buenos libros que nos dan la luz
Ante las burlas, persecuciones, hostigamientos…la confianza en Dios que no defrauda.
Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap


Bartimeo, un ciego que recupera la vida plena (primera parte)


Paz y bien queridos lectores, comenzaremos a reflexionar la experiencia milagrosa del ciego Bartimeo ante Jesús, que es sobre todo una experiencia de conversión, que es pasar de la oscuridad a la luz y esta experiencia también la debemos pasar nosotros. San Marcos nos relata este hecho para invitarnos a identificarnos con la ceguera espiritual, paso fundamental si uno desea tener la experiencia de luz. Por ello, todo hombre está invitado a tener la pascua (paso) con Jesús de la oscuridad a la luz, Te invito entonces a seguir la secuencia de este milagro que Dios quiere hacer en nuestras vidas para poder llegar a ver el amor de Dios y terminar siguiéndolo en sus caminos.
“El hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego” (Mc 11, 46)
El relato inicia que Jesús y sus discípulos, acompañado de mucha gente salían de Jericó y cerca del camino estaba el hijo de Timeo, Bartimeo que era un mendigo ciego. Hasta ahí podemos detenernos para darnos cuenta que también nosotros somos Bartimeo por también ser mendigos y ciegos, esto es, mendigos porque carecemos no tanto de bienes materiales , sino sobre todo de los bienes espirituales , aquellos que nos hacen ricos delante de Dios y los que mas necesitamos para salvarnos, carentes también de amor , aunque muchas veces nos conformamos con migajas de afecto, teniendo al alcance el amor de Dios que llenaría todo nuestro ser, la lista puede seguir y tu y yo sabemos que podemos agregar a ello.
Por otro lado, también estamos ciegos, sobre todo ciegos al no ver las bendiciones que recibimos, al no ver los milagros diarios, ni los peligros del pecado, ni el amor de Dios, ni a Jesús en el prójimo…esta lista puede continuar y esta ceguera puede ser de dos maneras: “De nacimiento” quizás nunca estuvimos en el “camino” de Dios o no conocemos a Dios y la otra manera es que “perdimos la vista” , es decir, que si estuvimos en el “camino” pero ahora nos hemos alejado, hemos visto a Dios en nuestras vidas pero ahora ya no  Sea cual sea el caso, lo importante es tomar la actitud de Bartimeo para ver.

Estamos ciegos[1]

Vemos las apariencias y no el corazón
Vemos lo que tenemos y no lo que somos
Vemos lo que nos conviene y no lo conveniente para todos
Vemos lo fácil y no lo justo
Vemos a corto plazo y no distinguimos nuestro devenir esperanzador a largo plazo
Vemos personas y no sus historias para comprenderlas
Vemos el pecado y nos sus consecuencias
Vemos nuestra fuerza y no la gracia que es la fuerza de Dios
Vemos la creación y no al creador
Vemos los bienes materiales y no los mayores que son los espirituales
Vemos con los ojos de la carne y no con los ojos del espíritu.



[1] Libro “Camino a la misericordia del Padre” P. David Pacheco Neyra, OFM Cap

Jesús y Zaqueo (parte 4)


“Se adelantó corriendo y se subió a un sicomoro para verle, pues iba a pasar por allí”



Quien busca, encuentra

 Zaqueo siente ansias, busca y no estará quieto hasta encontrar. Pero, ¿qué busca? Ya tiene posición y dinero, pero sigue buscando... solo el amor salva al hombre, y en el fondo Zaqueo buscaba ser salvado y también ser amado. Se le presenta la oportunidad de su vida al encontrarse con el Mesías que traía esta salvación tan esperada. La noticia de tener a Jesús tan cerca lo emocionó... ¿a ti te emociona tenerlo tan cerca en la Palabra, en la Eucaristía…?

Pero, Zaqueo tenía un obstáculo, no era el único que deseaba verlo, pues ya muchos se habían adelantado. Zaqueo se podía contentar con verlo de lejos o quizás con que alguien le cuente como era esta persona admirable; en cambio, decide verlo de cerca y con sus propios ojos. A nosotros también nos podrán contar, podremos saber algo a lo lejos de Jesús, pero nada se compara a una experiencia personal tan cercana como Job: “He sabido de Ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42, 5). 

¿Estás dispuesto a pagar el precio?

Zaqueo entra en una encrucijada, para verlo tenía que hacer el ridículo de subir a un árbol como un niño o cuidar su apariencia. Comerse ese deseo que lo carcomía a él por dentro y dejar pasar esta oportunidad. Zaqueo como judío quizás recordaba este salmo 91: «Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre.  Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación». ¿Qué decisión tomaría? Un hombre como Zaqueo tuvo que vencer muchos obstáculos, haciéndose espacio, tomando lugares estratégicos, forcejeando con sus competidores… habrá pensado que, si eso lo hacía por una corona que se marchita, cuanto más hará por la corona que no se marchita, y esta corona era su salvación, su encuentro con Jesús. Decide entonces pasar por ridículo con tal de encontrar el tesoro tan deseado. ¿Estamos también nosotros dispuestos a afrontar inclusive el ridículo para ver y encontrar a Cristo en nuestra vida?

Una mirada bastará

Hay una canción que dice “Una mirada fe es la que puede salvar al pecador” y es que la mirada es sinónimo de entrega, de transparencia, de interés, de amor, aprecio  y ahí estaba Zaqueo con los ojos bien abiertos entre las ramas del sicomoro, atento sin pestañear a la espera de la mirada que iba a cambiar su vida por completo. Mientras tanto, Jesús se va acercando entre el bullicio y muchas miradas de asombro, curiosidad, incredulidad… va viendo en el camino, pero la mirada de Jesús no es para juzgar, no es para distinguir a los buenos de los malos, no es para hacerlos sentir culpables. Su mirada es para encontrar buscadores de verdad, y esa mirada la tenía Zaqueo. Jesús no se fijó en el Zaqueo pecador público, tildado de traidor, de ladrón… Jesús vio en esos ojos una sed de amor, de felicidad y de paz que hasta ese entonces nada ni nadie había podido saciar.

REFLEXIÓN

PARA IR AL ENCUENTRO DE JESÚS

Sal de tus comodidades, que incomodan tu felicidad.

Llama para abrir la puerta y no te quedes en el umbral.

Camina tras tu búsqueda y solo para disfrutar el encuentro.

Corre, no para ser el primero, sino para llegar.

Arriesga, no tanto para ganar, sino para salvar tu vida.

Decide, no para un momento, sino para toda la vida.

Mira con el deseo de encontrar la otra mirada.

Afronta el ridículo si vale la pena y con mayor razón si es por Él.

Encuentra a quien tanto buscas: Jesús quien siempre te ha buscado.

Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap.

jueves, 11 de junio de 2020

Solemnidad del Corpus Christi - 11/14 de junio



El Corpus Christi (Cuerpo de Cristo, en latín) es una fiesta de la Iglesia para celebrar la presencia de Cristo en la eucaristía. Su origen se encuentra en la Edad Media, cuando Santa Juliana de Cornillon, mística y monja agustina, impulsó la idea de rendir homenaje al cuerpo y la sangre de Jesucristo presentes en la eucaristía. Los trabajos y pruebas que tuvo que vivir fueron muchos hasta que su obispo estableció una fiesta local que luego se fue extendiendo en otras diócesis y que, finalmente, en 1264, el Papa Urbano IV, luego del milagro eucarístico de Bolsena, aprobó extender como solemnidad del Corpus Christi a toda la Iglesia. Desde entonces, los creyentes podemos adorar a Jesús Eucaristía públicamente. El Corpus Christi se celebra el jueves posterior a la Santísima Trinidad, es decir, 60 días después del Domingo de Resurrección. Pero suele trasladarse al domingo inmediato por razones pastorales.

Por el contexto de la pandemia del Covid 19, este año -en Perú y en varios otros países hermanos- nos toca celebrar el Corpus Christi desde nuestras casas, por ello, te invitamos a entrar en comunión con toda la Iglesia y adorar a Jesús Eucaristía a través de los diferentes medios virtuales que indique tu parroquia. Y recuerda: aunque el medio sea virtual, tu adoración es verdadera, porque brota de tu corazón que es real. Y Jesús Eucaristía trasciende las pantallas, las paredes, lo inunda todo con su presencia divina y real, hasta llegar a tu corazón, si lo encuentra dispuesto: sencillo y manso como Él.

Este Corpus Christi llega en un momento marcado por el duelo y el dolor ocasionados por la pandemia, nos parece oportuno citar aquí las palabras de Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, que podemos hacer extensivas a todos los creyentes: "Unidos a toda la humanidad en nuestra patria, sufrimos aun los estragos de la pandemia del Corona Virus. No podemos olvidar el cuerpo ensangrentado de Jesús en nuestros muertos, muchos de ellos, compartiendo sus vidas, como Jesús, hasta incluso la muerte. Muchos también enterrados lejos de su familia, y sin el duelo que corresponde a su dignidad. La emergencia nos lo ha impuesto, pero hemos de honrar su memoria, mucho más si el “Cuerpo de Cristo” se nos dio para compartirlo como alimento de esperanza.

Llamados a no contagiar y a priorizar la salud común, aun confinados en nuestros hogares, afianzamos con humildad y sencillez nuestra fe en Jesucristo Sacramentado. Él es el “Cuerpo que toca y resucita a nuestros muertos por la pandemia”, y como la primera Iglesia nos preparamos desde casa para salir a anunciar a Quien es “la resurrección y la vida”... El Padre por María nos dio a Jesús, y Jesús nos dio el Espíritu que generó la Iglesia ungiéndonos, pero antes de morir quiso dejarnos el alimento de su cuerpo, para que, compartiéndolo, resucitemos, y anunciemos que la última esperanza es la resurrección. Por ello renovemos esta esperanza en medio del dolor: “Con tu cuerpo Oh Cristo, toca y resucita nuestros muertos en la pandemia”.

Que este sea un Corpus Christi de amor y esperanza para todos, Jesucristo nos acompaña en estos momentos, Él nos fortalece y nos da la sabiduría para encontrar la solución al sufrimiento y la felicidad de, pase lo que pase, confiar siempre en Él. 



EL ALIMENTO DE LA MISERICORDIA

Hay un alimento que sacia y da vida

Hay un alimento de donde brota toda gracia

Hay un alimento que es fuente y culmen:

Pan partido que se entrega

Pan partido y repartido entre los hombres

Pan partido que es nuestra pascua

Pan partido de donde brota todo bien espiritual

Santo cuerpo de Cristo que llena nuestro cuerpo

Santa sangre de Cristo que llena nuestros vacíos

Y lo comemos y lo bebemos

Y nos hacemos uno con Él

Y nos fortalecemos en su fuerza

Y nos sacrificamos en su don

Y nos llenamos de su gracia vivificante

Para empezar a darnos como Él

Para empezar a vivir como Él

Para  empezar a amar como Él

Con verdad

Con generosidad

Con alegría

Con Misericordia.


Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap

Libro: Camino a la Misericordia del Padre



domingo, 7 de junio de 2020

JUNIO, MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


El 27 de diciembre de 1673, Margarita María de Alacoque, religiosa de 26 años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento, expuesto en la capilla del convento de La Visitación , cuando recibió la primera gran revelación del Señor: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que seas toda obra mía”. 

Desde entonces, nació la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que sigue vigente y haciendo resonar en los labios de sus devotos esta sencilla, pero profunda jaculatoria: 

“Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”.

En sencillas palabras, esta devoción nos invita a imitar a Jesucristo. Santa Margarita María lo dijo así: “Como el amor hace uno a los amantes, si quieres ser amado de Jesús has de ser manso como Él, y humilde como Él.” 

A  su vez, el Papa León XIII -que consagró la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús en el año 1900- expresó: “El Corazón divino es símbolo e imagen viva del infinito amor de Jesucristo, que nos impulsa a pagarle también con amor”

Cien años después, San Juan Pablo II, recordando la Consagración que realizó León XIII, y renovándola, escribió: “La contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia. Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redescubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de evangelizar”. 

Por todo ello, te invito, hermano y hermana, a que en este mes de junio puedas meditar, orar y predicar esta devoción. Sumérgete en el mar de misericordia del Sagrado Corazón de Jesús y sal de allí a testimoniarlo con tus actos concretos de amor al prójimo a imitación de Él. 

Recuerda: la medida del amor no está en ti, ni en los otros, sino en el amor de Jesucristo. 

¿Y cómo hacerlo?

- Pide ayuda al Espíritu Santo, nuestro auxilio y fuerza, para conocer e imitar el estilo de Jesús.
- Pide ayuda de María, nuestra madre que con su Inmaculado Corazón te dará impulso y apoyo.
- Procura un tiempo a solas con Jesús, con su Palabra y con su presencia en la Eucaristía. Medita diversos pasajes de su vida (evangelios), conoce sus gestos y sus palabras, su manera de amar. Dialoga de todo ello con Él. 
- En cada momento de tu vida, pregúntate: ¿Qué haría Jesús en mi lugar?
- Repite la jaculatoria de esta hermosa devoción: "Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo".
- Cuando te equivoques o falles, reconcíliate y vuelve a empezar. El camino de imitación de Jesucristo no es de perfección, sino de misericordia, humildad y perseverancia. 




"Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío"



SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - Domingo 7 de junio del 2020



Lectura del Santo Evangelio según San Juan 3,16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

Venimos de un Dios que es comunión para estar en comunión

¿Cómo nos imaginamos a Dios? Pueda que venga a la mente un anciano con barba blanca, solo en el cielo, viéndonos de lejos y, definitivamente, no es así. Dios es uno y trino, una comunión perfecta entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, es un éxtasis de amor entre el Amado, el Amador y el Amor, es una fiesta de gozo entre las tres personas divinas.

Para tratar de explicar este misterio trinitario, o tener una idea de él se recurrió a la analogía con el sol, su luz y su calor, entre otros ejemplos similares. Lo cierto es que nuestro Dios es Santísima Trinidad y que nosotros venimos de un Dios comunión que en su inifinito amor nos creó para hacernos parte de esta divina comunión. Él quiso que participáramos de este gozo de amor sin mérito alguno, porque así es el amor: difusivo.

Este amor se concretó en la creación cuando nos lo dio todo, pero el hombre rechazó esta comunión, rechazó vivir en esta divina intimidad y decidió, en uso de su libertad, rechazar el amor de Dios, que es lo mismo que pecar.

Sin embargo, Dios no deja de amarnos y envíó a Jesucristo para que nos salvemos, para demostrarnos una vez más que nos ama hasta el extremo y que no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Nos anuncia que no bastó amarnos en este mundo, sino que quiere amarnos por toda la eternidad, pero a pesar de ello, muchos lo rechazan, “vino a los suyos y no lo recibieron” dice San Juan.

Pese a todo, Dios no se da por vencido y manda al prometido, al Espíritu Santo para que su amor se derrame en nuestros corazones, nos hace sus hijos y nos asemeja a nuestro Padre Dios. Muchos lo aceptaron y otros no, pero Dios sigue obrando hoy en el mundo por medio de su Espíritu. ¿Estás dispuesto a aceptar su amor? ¿Estás dispuesto a vivir el amor y crear comunión con tus semejantes? ¿Te atreves, con ayuda del Espíritu Santo, a reflejar el amor trinitario en tu contexto? En este tiempo donde compartimos más con nuestras familias recordemos que somos de la familia de Dios y que Dios quiere compartir contigo cada día su intimidad, su misterio y su forma de amar.

Que nuestra madre la Virgen María, nos ayude a aceptar este amor de la Santísima Trinidad

Ofrezcamos nuestro día:
Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, mis oraciones, pensamientos, afectos, deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.

Que el Espíritu Santo que guio a Jesús, sea mi guía y mi fuerza este día, para ser testigo de tu amor. Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido por las intenciones del Papa y para que se haga, en mí, tu voluntad.


Dios te bendiga

Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap

FIESTA DE PENTECOSTÉS Domingo 31 de mayo del 2020



Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20, 19-23

El día de la resurrección, primer día de la semana, por la tarde, estaban en casa los discípulos con las puertas trancadas por miedo a los judíos, cuando se presentó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dijo: “¡Les traigo la paz!”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús repitió: “¡Les traigo la paz! Así como el Padre me envió, los envío yo a ustedes”. En seguida sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados, y a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

Hoy más que nunca necesitamos al Espíritu Santo para renovar el mundo

Cincuenta días después de la Pascua, llegamos a la fiesta de Pentecostés que es la fiesta del Espíritu Santo. Celebramos que Jesús envía al Paráclito, al Defensor… es el culmen de la Pascua, ya que ahora Dios se manifiesta en la tercera persona de la Santísima Trinidad.


Dios nos da muchas oportunidades para llenarnos de Él, como en la Semana Santa, la Pascua y ahora Pentecostés. Hoy podemos reavivar el Espíritu Santo que está en nosotros desde nuestro bautismo. Para ver la obra del Espíritu Santo, tenemos que ver a Jesús, la Iglesia, los santos, las conversiones y también, los pasos de fe que hemos tenido y que se deben al Espíritu Santo.


Para pedirle que venga a nuestros corazones, tenemos que sentir cuánto necesitamos de Él. Ya San Pablo decía: "Nadie puede decir Jesús, si no tiene el Espíritu Santo” y en estos tiempos que estamos con nuestras familias, con temores, a la deriva, necesitamos de su presencia para amar, ya que el Espíritu Santo es el amor entre el Padre y el Hijo. Lo necesitamos para comunicarnos mejor entre nosotros ya que con su presencia en Pentecostés, todos se podían comunicar. Necesitamos de su fuego, que es el amor que tiene que arder en nuestros corazones para ayudar al prójimo. Necesitamos su suave brisa que nos trae la paz, esa paz de saber que estamos en las manos de Dios Padre.


El Espíritu quiere dirigir nuestra vida a la santidad, quiere defendernos de todo peligro, quiere darnos valor ante cualquier temor y quiere darnos sus siete dones de sabiduría, piedad, ciencia, temor de Dios, consejo, fortaleza y entendimiento; pero busca un corazón disponible, deseoso de recibirlo: ¿deseas acogerlo de verdad? Pidamos al Espíritu Santo que more activamente en nuestra vida.


Que la Virgen María, esposa del Espíritu Santo, disponga nuestro corazón para acoger al Santo Espíritu de Dios en nosotros.


Ofrezcamos nuestro día:

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, mis oraciones, pensamientos, afectos, deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.


Que el Espíritu Santo que guio a Jesús, sea mi guía y mi fuerza este día, para ser testigo de tu amor. Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido por las intenciones del Papa y para que se haga en mí tu voluntad.


Dios te bendiga

Hno. David Pacheco, OFM Cap