Domingo 26 de julio del 2020


Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

¿A qué vas a renunciar para quedarte con Jesús, el verdadero tesoro?


¿Cuál es el tesoro de tu vida? Porque “donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”. El Evangelio nos invita a ver a Jesús como el tesoro más precioso de nuestra vida; al respecto, el papa Francisco nos dice: “Buscar a Jesús y encontrar a Jesús es el gran tesoro”.

Primero es buscarlo, y el hombre tiene dentro de sí, ese deseo de encontrar el tesoro de su vida, y lo busca, pero generalmente en lugares donde no se encuentra. A veces cree encontrarlo en las fantasías que nos ofrece este mundo, pero se da cuenta que no es el tesoro que buscaba. Y sigue buscando, y no para hasta encontrarlo.

Encontrar el tesoro, conlleva poner todas las riquezas en un segundo plano y no solo eso, sino que sacrifica cualquier riqueza para quedarse con el tesoro que es Jesús, es todo o nada, es vender todo para tenerlo todo, es dejar todo para ser todo en Él. ¿A qué estás dispuesto a renunciar para ser totalmente de Jesús?

A veces podemos pensar que encontrar a Jesús es pérdida, y en realidad lo es porque pierdes la tristeza, el sin sentido, los malos sentimientos, el vacío de la vida y ganas todo; sobre todo ganas la alegría de vivir, el gozo verdadero que tanto has buscado.

Cuando Dios le pide a Salomón que exprese un deseo, él no pidió las riquezas de este mundo, ni sus glorias, sino discernimiento para saber gobernar, nosotros también podemos ser como Salomón: inteligentes, pidiendo discernimiento para encontrar ese tesoro que realmente llena el corazón y nos hace felices. Ese tesoro es Cristo.

Virgen María, madre nuestra, ayúdanos a encontrar a Jesús, para encontrar el tesoro que tanto busca nuestra alma.

Ofrezcamos nuestra semana:

Dios Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi semana, mis oraciones, pensamientos, afectos, deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.

Que el Espíritu Santo que guio a Jesús, sea mi guía y mi fuerza cada día, para ser testigo de tu amor. Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido por las intenciones del Papa y para que se haga en mí tu voluntad.

Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap.

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