“Se adelantó
corriendo y se subió a un sicomoro para verle, pues iba a pasar por allí”
Quien busca, encuentra
Zaqueo siente ansias, busca y no
estará quieto hasta encontrar. Pero, ¿qué busca? Ya tiene posición y
dinero, pero sigue buscando... solo el amor salva al hombre, y en el fondo
Zaqueo buscaba ser salvado y también ser amado. Se le
presenta la oportunidad de su vida al encontrarse con el Mesías que traía esta
salvación tan esperada. La noticia de tener a Jesús tan cerca lo
emocionó... ¿a ti te emociona tenerlo tan cerca en la Palabra, en la Eucaristía…?
Pero,
Zaqueo tenía un obstáculo, no era el único que deseaba verlo, pues ya muchos
se habían adelantado. Zaqueo se podía contentar con verlo de lejos o
quizás con que alguien le cuente como era esta persona admirable; en
cambio, decide verlo de cerca y con sus propios ojos. A nosotros también nos
podrán contar, podremos saber algo a lo lejos de Jesús, pero
nada se compara a una experiencia personal tan cercana como Job: “He
sabido de Ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42, 5).
¿Estás dispuesto a
pagar el precio?
Zaqueo entra en una encrucijada, para verlo tenía que hacer el ridículo de subir a un árbol como un niño o
cuidar su apariencia. Comerse ese deseo que lo carcomía a él por dentro y dejar pasar esta
oportunidad. Zaqueo como judío quizás recordaba este salmo 91: «Yo lo
libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre.
Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de
angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años
de vida y le haré gozar de mi salvación». ¿Qué decisión tomaría? Un hombre como
Zaqueo tuvo que vencer muchos obstáculos, haciéndose espacio, tomando lugares
estratégicos, forcejeando con sus competidores… habrá pensado
que, si eso lo hacía por una corona que se marchita, cuanto más hará por la
corona que no se marchita, y esta corona era su salvación, su encuentro con
Jesús. Decide entonces pasar por ridículo con tal de encontrar el tesoro tan
deseado. ¿Estamos también nosotros dispuestos a afrontar inclusive el ridículo para ver y encontrar a Cristo en nuestra vida?
Una mirada bastará
Hay una canción que dice “Una mirada fe es la que puede salvar al pecador” y es que la
mirada es sinónimo de entrega, de transparencia, de interés, de amor, aprecio
y ahí estaba
Zaqueo con los ojos bien abiertos entre las ramas del sicomoro, atento sin pestañear a la espera
de la mirada que iba a cambiar su vida por completo. Mientras tanto, Jesús se va acercando entre el bullicio y
muchas miradas de asombro, curiosidad, incredulidad… va viendo en el camino, pero la mirada de Jesús no es para juzgar, no es
para distinguir a los buenos de los malos, no es para hacerlos sentir culpables. Su mirada es para encontrar buscadores de
verdad, y esa mirada la tenía Zaqueo. Jesús no se
fijó en el Zaqueo pecador público, tildado de traidor, de ladrón… Jesús vio en esos ojos una sed de amor, de felicidad y de paz que hasta ese entonces nada ni nadie
había podido saciar.
REFLEXIÓN
PARA IR AL ENCUENTRO DE JESÚS
Sal de tus comodidades, que incomodan tu felicidad.
Llama para abrir la puerta y no te quedes en el umbral.
Camina tras tu búsqueda y solo para disfrutar
el encuentro.
Corre, no para ser el
primero, sino para llegar.
Arriesga, no tanto para ganar, sino para
salvar tu vida.
Decide, no para un
momento, sino para toda la vida.
Mira con el deseo de encontrar la otra mirada.
Afronta el ridículo
si vale la pena y con mayor razón si es por Él.
Encuentra a quien tanto buscas: Jesús quien siempre te ha buscado.
Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap.
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