En el artículo anterior nos
habíamos quedado en que el ciego Bartimeo, cuando pide ayuda a Jesús gritaba: “¡Hijo
de David, ten compasión de mí!” De una manera u otra, esta imagen refleja el
auxilio que todo hombre clama ante una desgracia, una enfermedad, tribulación… y
eso está bien, clamar ayuda cuando nos estamos ahogando y vemos a Jesús pasando
cerca. El problema está en la perseverancia de nuestra aclamación, en la
constancia de nuestra oración que pide ayuda a un Dios bueno y misericordioso o
en el deseo insistente de acercarnos a Él para conocerlo y tener un encuentro
personal. Por ello, el evangelista pone énfasis en la represión de muchos que
le decían a Bartimeo que se callara. Nosotros también debemos detectar las
voces que nos callan para impedir que nos acerquemos a Dios, para dejar de
perseverar en la oración, para dejar pasar la oportunidad de un encuentro
personal con Jesús que cambiará nuestra vida. Podemos escribir una lista de los
que nos quieren detener para este encuentro… pero no queda todo ahí, sino que
lo que importa es nuestra respuesta ante las voces que nos callan, ante las
reprensiones que encontramos en este camino para encontrarnos con Cristo. Por ello, San
Agustín nos va a decir: “Cuanto más intensos sean los deseos que precedan
y acompañen nuestra oración, tanto mejores serán sus efectos” y es así que el
ciego Bartimeo va a responder con mayor intensidad “gritaba más fuerte” no se
calla, no se echa para atrás, no se rinde, todo lo contrario, la dificultad la
convierte en un trampolín, se vuelve oportunidad para duplicar su petición y
esto veremos que le agrada a Jesús, porque va a confirmar su fe con una gran
milagro que consiste en ver una vida nueva en Cristo. Claro está que si Jesús
demora es porque desea que nuestra fe crezca y valoremos lo que nos dará. Aquí
podemos ver algunas voces que nos quieren callar muy sutilmente, como también
su respuesta que debe sonar más fuerte aún:
Ante la falta de tiempo, organización de nuestros horarios, para
priorizar a Dios en primer lugar.
Ante el cansancio del día, búsqueda de momentos propicios, como en la
madrugada, así lo hacía Jesús.
Ante el apuro de lo que pedimos, si Dios demora; recuerda que más
crece nuestra fe y más valoramos lo que nos dará.
Ante las amistades que nos apartan de Dios, cambiemos por las que nos
llevan a Dios.
Ante el pesimismo, tenemos la esperanza que Dios nos dará lo necesario
“pidan y se les dará”.
Ante las distracciones del día, tomemos la oración continua que nos
centra en Dios.
Ante la falta de fe, pidamos en la oración “Señor Jesús, creo en ti,
pero aumenta mi fe”.
Ante lo que no sabemos pedir, pidamos al Espíritu Santo que nos dé
discernimiento.
Ante los malos ejemplos, sigamos el buen ejemplo de los santos y de
las buenas personas.
Ante los medios que ignoran la fe, leamos el Evangelio donde se nace y
permanece la fe.
Ante el desconocimiento y confusión, tenemos la lectura de buenos
libros que nos dan la luz
Ante las burlas, persecuciones, hostigamientos…la confianza en Dios
que no defrauda.
Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap
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