Bartimeo, un ciego que recupera la vida plena (segunda parte)

 “Muchos lo reprendían para que se callara. Pero el gritaba todavía más fuerte: ¡Hijo de David ten compasión de mí!” (v.48)
En el artículo anterior nos habíamos quedado en que el ciego Bartimeo, cuando pide ayuda a Jesús gritaba: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” De una manera u otra, esta imagen refleja el auxilio que todo hombre clama ante una desgracia, una enfermedad, tribulación… y eso está bien, clamar ayuda cuando nos estamos ahogando y vemos a Jesús pasando cerca. El problema está en la perseverancia de nuestra aclamación, en la constancia de nuestra oración que pide ayuda a un Dios bueno y misericordioso o en el deseo insistente de acercarnos a Él para conocerlo y tener un encuentro personal. Por ello, el evangelista pone énfasis en la represión de muchos que le decían a Bartimeo que se callara. Nosotros también debemos detectar las voces que nos callan para impedir que nos acerquemos a Dios, para dejar de perseverar en la oración, para dejar pasar la oportunidad de un encuentro personal con Jesús que cambiará nuestra vida. Podemos escribir una lista de los que nos quieren detener para este encuentro… pero no queda todo ahí, sino que lo que importa es nuestra respuesta ante las voces que nos callan, ante las reprensiones que encontramos en este camino para encontrarnos con Cristo.  Por ello, San  Agustín nos va a decir: “Cuanto más intensos sean los deseos que precedan y acompañen nuestra oración, tanto mejores serán sus efectos” y es así que el ciego Bartimeo va a responder con mayor intensidad “gritaba más fuerte” no se calla, no se echa para atrás, no se rinde, todo lo contrario, la dificultad la convierte en un trampolín, se vuelve oportunidad para duplicar su petición y esto veremos que le agrada a Jesús, porque va a confirmar su fe con una gran milagro que consiste en ver una vida nueva en Cristo. Claro está que si Jesús demora es porque desea que nuestra fe crezca y valoremos lo que nos dará. Aquí podemos ver algunas voces que nos quieren callar muy sutilmente, como también su respuesta que debe sonar más fuerte aún:

Ante la falta de tiempo, organización de nuestros horarios, para priorizar a Dios en primer lugar.
Ante el cansancio del día, búsqueda de momentos propicios, como en la madrugada, así lo hacía Jesús.
Ante el apuro de lo que pedimos, si Dios demora; recuerda que más crece nuestra fe y más valoramos lo que nos dará.
Ante las amistades que nos apartan de Dios, cambiemos por las que nos llevan a Dios.
Ante el pesimismo, tenemos la esperanza que Dios nos dará lo necesario “pidan y se les dará”.
Ante las distracciones del día, tomemos la oración continua que nos centra en Dios.
Ante la falta de fe, pidamos en la oración “Señor Jesús, creo en ti, pero aumenta mi fe”.
Ante lo que no sabemos pedir, pidamos al Espíritu Santo que nos dé discernimiento.
Ante los malos ejemplos, sigamos el buen ejemplo de los santos y de las buenas personas.
Ante los medios que ignoran la fe, leamos el Evangelio donde se nace y permanece la fe.
Ante el desconocimiento y confusión, tenemos la lectura de buenos libros que nos dan la luz
Ante las burlas, persecuciones, hostigamientos…la confianza en Dios que no defrauda.
Hno. David Pacheco Neyra, OFM Cap


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