Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Venimos de un Dios que es comunión para estar en comunión
¿Cómo nos imaginamos a Dios? Pueda que venga a la mente un anciano con barba blanca, solo en el cielo, viéndonos de lejos y, definitivamente, no es así. Dios es uno y trino, una comunión perfecta entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, es un éxtasis de amor entre el Amado, el Amador y el Amor, es una fiesta de gozo entre las tres personas divinas.
Para tratar de explicar este misterio trinitario, o tener una idea de él se recurrió a la analogía con el sol, su luz y su calor, entre otros ejemplos similares. Lo cierto es que nuestro Dios es Santísima Trinidad y que nosotros venimos de un Dios comunión que en su inifinito amor nos creó para hacernos parte de esta divina comunión. Él quiso que participáramos de este gozo de amor sin mérito alguno, porque así es el amor: difusivo.
Este amor se concretó en la creación cuando nos lo dio todo, pero el hombre rechazó esta comunión, rechazó vivir en esta divina intimidad y decidió, en uso de su libertad, rechazar el amor de Dios, que es lo mismo que pecar.
Sin embargo, Dios no deja de amarnos y envíó a Jesucristo para que nos salvemos, para demostrarnos una vez más que nos ama hasta el extremo y que no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Nos anuncia que no bastó amarnos en este mundo, sino que quiere amarnos por toda la eternidad, pero a pesar de ello, muchos lo rechazan, “vino a los suyos y no lo recibieron” dice San Juan.
Pese a todo, Dios no se da por vencido y manda al prometido, al Espíritu Santo para que su amor se derrame en nuestros corazones, nos hace sus hijos y nos asemeja a nuestro Padre Dios. Muchos lo aceptaron y otros no, pero Dios sigue obrando hoy en el mundo por medio de su Espíritu. ¿Estás dispuesto a aceptar su amor? ¿Estás dispuesto a vivir el amor y crear comunión con tus semejantes? ¿Te atreves, con ayuda del Espíritu Santo, a reflejar el amor trinitario en tu contexto? En este tiempo donde compartimos más con nuestras familias recordemos que somos de la familia de Dios y que Dios quiere compartir contigo cada día su intimidad, su misterio y su forma de amar.
Que nuestra madre la Virgen María, nos ayude a aceptar este amor de la Santísima Trinidad
Que el Espíritu Santo que guio a Jesús, sea mi guía y mi fuerza este día, para ser testigo de tu amor. Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido por las intenciones del Papa y para que se haga, en mí, tu voluntad.
Dios te bendiga
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