El 27 de diciembre de 1673, Margarita
María de Alacoque, religiosa de 26
años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el
Señor en el Santísimo Sacramento, expuesto en la capilla del
convento de La Visitación , cuando recibió la primera gran revelación del Señor:
“Mi Divino Corazón está tan
apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester
que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales
contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que seas toda obra mía”.
Desde entonces, nació la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que sigue vigente y haciendo resonar en los labios de sus devotos esta sencilla, pero profunda jaculatoria:
“Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante
al tuyo”.
En sencillas palabras, esta devoción nos invita a imitar a Jesucristo. Santa Margarita María lo dijo así: “Como el amor hace uno a los amantes, si quieres ser amado de Jesús has de ser manso como Él, y humilde como Él.”
A su vez, el Papa León XIII -que consagró la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús en el año 1900- expresó: “El Corazón divino es símbolo e imagen viva del infinito amor de Jesucristo, que nos
impulsa a pagarle también con amor”
Cien años después, San Juan Pablo II, recordando la Consagración que realizó León XIII, y renovándola, escribió: “La contemplación del Corazón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese
Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia.
Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la
dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redescubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir
su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de
evangelizar”.
Por todo ello, te invito, hermano y hermana, a que en este mes de junio puedas meditar, orar y predicar esta devoción. Sumérgete en el mar de misericordia del Sagrado Corazón de Jesús y sal de allí a testimoniarlo con tus actos concretos de amor al prójimo a imitación de Él.
Recuerda: la medida del amor no está en ti, ni en los otros, sino en el amor de Jesucristo.
¿Y cómo hacerlo?
- Pide ayuda al Espíritu Santo, nuestro auxilio y fuerza, para conocer e imitar el estilo de Jesús.
- Pide ayuda de María, nuestra madre que con su Inmaculado Corazón te dará impulso y apoyo.
- Procura un tiempo a solas con Jesús, con su Palabra y con su presencia en la Eucaristía. Medita diversos pasajes de su vida (evangelios), conoce sus gestos y sus palabras, su manera de amar. Dialoga de todo ello con Él.
- En cada momento de tu vida, pregúntate: ¿Qué haría Jesús en mi lugar?
- Repite la jaculatoria de esta hermosa devoción: "Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo".
- Cuando te equivoques o falles, reconcíliate y vuelve a empezar. El camino de imitación de Jesucristo no es de perfección, sino de misericordia, humildad y perseverancia.
"Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío"
Qué lindo mensaje del Sagrado Corazón, me alienta a perseverar y confiar. En vos confío Sagrado Corazón de Jesús
ResponderBorrarAmén, el Sagrado Corazón nos alienta a confiar cada vez más y sobre todo cuando los momentos se ponen difíciles.
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